¿QUÉ HACER CUANDO TERMINAS DE ESCRIBIR UN LIBRO? LOS SECRETOS TRAS LA PALABRA «FIN»
¿Alguna vez os habéis preguntado cómo es el proceso de escribir un libro? ¿Qué ocurre cuando, después de meses, tal vez años, de dedicarle tu tiempo y tus pensamientos a tu criatura, por fin colocas la palabra Fin?
Yo siempre he escrito, pero eran cosas poco ambiciosas. O tal vez la poco ambiciosa era yo, porque no recuerdo terminar ningún proyecto hasta hace pocos años. Siempre tuve la duda de qué hacían los escritores “de verdad”, aquellos que veían sus obras publicadas y que tenían gente que les leía. ¡Tenían gente que les leía! ¿Os imagináis?
Bueno, lo primero que tengo que decir al respecto es lo equivocada que estaba con aquello de “los escritores de verdad”. Un escritor de verdad es alguien que escribe. Punto. No importa si termina o no sus obras, si son novelas, relatos o poesía, si el mundo entero le lee o solo su pareja, madre o gato accede a lo que escribe. Somos escritores porque escribimos. Aunque no puedo negar que el hecho de verte publicado es un subidón adictivo del que no quiero escapar.
La primera vez que terminé una obra, no puse “Fin”. ¿Para qué? Ya sabía que era el final. En realidad, la segunda vez tampoco lo puse. La tercera sí, porque me apetecía ver la palabra escrita. Pero escribir o no esa palabra no implica que los sentimientos que se te abalanzan cuando terminas tu proyecto no sean los mismos.
El orgullo es uno de ellos: Vamos a ver, has terminado una novela. En serio ¿cómo no vas a estar orgulloso? Quieres salir a la ventana y gritárselo al mundo, pero no lo haces porque sabes que las miradas que recibirás de los transeúntes te perseguirán durante el resto de tu vida.
Junto con el orgullo, aparece el nudo en la garganta y la tristeza. Es inevitable y creo que le pasa a la mayoría de escritores, al menos los que yo conozco. Es un poco como despedirte de un ser querido: llevas pegado a él mucho tiempo, dedicándole todos tus ratos libres y los pensamientos del 80% del tiempo que no estás escribiendo (sí, incluso cuando estás trabajando). Conoces a los personajes casi como si fueran de tu familia, sus problemas han sido los tuyos, has vivido sus aventuras y luchado sus batallas. Y ahora, de repente, una sola palabra corta el cordón umbilical y debes despedirte.
Es un momento duro, triste y al mismo tiempo muy ilusionante. Pero, amigos míos, escribir “Fin” no significa que hayas llegado al final. En realidad, el trabajo que tienes por delante es, en ocasiones, mayor aún que el que has dejado atrás.
EL FINAL ES SOLO EL PRINCIPIO
La mayoría de gente se cree que, cuando terminas la historia, tu novela ya está lista. Lo creen incluso muchos escritores. Incluso yo, al principio, cuando vomitaba todo lo que mi cerebro me dictaba y ya me quedaba satisfecha. Pero eso no es así. Terminar el primer borrador (tal vez esto de primer borrador debiera habernos dado una pista) es solo el principio del camino. Ahora queda lo más duro y menos gratificante, aunque cuando aprendes a apreciarlo puede darte también muy buenos ratos.
Lo primero es dejar en barbecho el libro una temporada. ¿Por qué? Porque necesitas despejarte, alejarte un poco de la historia para cogerla con ojos limpios cuando la retomes. Cuando estás tan metido en algo, tus ojos ven lo que tu mente quiere que vean y se pasan muchas cosas por alto. Hay muchas teorías acerca de cuánto tiempo es el adecuado. Yo personalmente espero un mes.
Entonces vuelves a abrir el archivo, o a imprimir la obra (me gusta hacer las correcciones en papel), y te pones a ellos. Hay que hacer dos o tres repasos de toooodo el manuscrito. Todo. Yo os estoy contando lo que me funciona a mí, por supuesto. No soy una erudita y cada escritor tiene su manual.
El peligro de este primer paso es que, con frecuencia, una nueva idea se te ha metido en la cabeza, tal vez has empezado a trabajar sobre ella, y quitarle tiempo para dedicárselo a la corrección del anterior apetece poco (hola, manuscrito de novela histórica-fantástica con vampiros que sigo diciendo que algún día corregiré).
Es por eso que, desde aquella primera vez, no comienzo un nuevo proyecto hasta no haber pulido el anterior. Puedo estar pensando en él, investigar, incluso escaletar (si no sabéis qué es esto os lo cuento en otro artículo), desarrollar personajes…. Pero no me pongo a escribirlo. Nunca. Comenzar un nuevo proyecto es la muerte del anterior, y las musas saben cuántos manuscritos sin corregir hay en los cajones de miles de escritores a lo largo y ancho del planeta.
QUÉ SE BUSCA CON LAS CORRECCIONES
En estas correcciones (o versiones, como algunos las llaman), vamos a repasar que no haya fallos en la trama o incoherencias. Por ejemplo, que hayas cambiado de nombre a un personaje o que unos ojos azules hayan pasado a ser verdes. O que algo ocurra en febrero y al día siguiente sea abril. Cosas así.
También comprobamos que el tono general este bien, si hay tramos más aburridos que es mejor quitar o si añadir algo de acción en otro sitio. Mejorar las descripciones, recortar… se recorta mucho en esta fase. Stephen King, en su libro Mientras escribo, que es una maravillosa mezcla de autobiografía y cursillo para escritores y que te recomiendo encarecidamente si te gusta escribir (puedes conseguirlo aquí), dice que a un primer borrador le sobra aproximadamente el 30% de las palabras. Puede parecer exagerado, pero no se aleja mucho de la realidad.
Hay que repasar la ortografía, así como la sintaxis. Palabras repetidas, dobles espacios… Y temas estilísticos, como abusar de los adverbios terminados en -mente (son el enemigo, amigos), de gerundios, repeticiones excesivas y otras lindezas. Muchos creen que pueden dejar eso en manos de los escritores beta o las editoriales, pero creedme, eso solo va a hacer que no te quieran volver a betear o que acabes sin pensarlo en la papelera de la editorial.
Todo esto puedes hacerlo por capas, que es como recomiendan (primero la coherencia, luego la ortografía, el estilo, etc.) o todo a la vez. Yo lo hago de forma simultánea porque no soy capaz de abstraerme de fallos que no corresponden al nivel de corrección en el que se supone que debería estar, pero admito que puede ser más complicado. En cada repaso al manuscrito se afina más en todos estos parámetros. Hay un libro que te puede ayudar mucho en esta parte. Se trata de 70 trucos para sacarle brillo a tu novela: Corrección básica para escritores , de Gabriella Campbell. Para mí es imprescindible, enseña mucho y además es muy ameno.
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Cuando ya has terminado esta parte hay que registrar tu obra. Esto es muy importante, es la forma de asegurar que la autoría es tuya y de nadie más. ¿Dónde hacerlo? Safe Creative es gratuito, aunque para utilizar la opción de todos los derechos reservados ahora hay que tener cuenta de pago. También puedes inscribirlo en el Registro de la propiedad intelectual de tu comunidad. Algunas exigen que vayas de forma presencial con el manuscrito impreso, otras facilitan la vida pudiéndolo hacer on line, lo que además es más barato y ecológico. Yo registro la idea en Safe Creative cuando comienzo a escribir y en el registro cuando termino las correcciones.
Y entonces, no antes, llega el momento de pasarlo a los lectores beta. ¿Qué son los lectores beta? Son amigos a los que poner en un pedestal que se leen tu borrador con un boli rojo en la mano y después te dicen todo lo que no les ha gustado, lo que creen que se puede mejorar o los puntos débiles que le encuentran a la trama (también lo bueno, que si no acabaríamos todos con una depresión). Es conveniente que entre tus betas haya hombres, mujeres, lectores de la temática de la novela… personas diferentes para aportar distintos puntos de vista.
No siempre hay que hacer caso de lo que te dicen. Ellos sugieren, pero tú eres el autor o autora. Pero hay una norma no escrita: si tres personas te señalan lo mismo, por mucho que te empeñes, ellos tienes razón y tú no. Cámbialo.
Una vez recibidos los beteos toca ir cambio por cambio, sugerencia por sugerencia, palabra por palabra, para ver si lo dejas como está o lo cambias. Y después de esto (que lleva lo suyo), hay que hacer otro repaso general, porque seguro que se te han escapado cosas. Yo creo que es muy útil contratar una lectura editorial. Como un lector beta, pero profesional. Ellos saben qué buscar, qué señalar, y marcar los puntos fuertes de tu novela, así como indicarte los débiles, en los que tienes que trabajar más.
Es una inversión que merece la pena porque entre los beta y el lector profesional conseguirán llevar tu obra a otro nivel. A ser la mejor novela que pueda ser. A dejarla lista para el mundo. ¿Lista del todo? Según. Este es el momento de preparar una buena propuesta editorial (que da para otro artículo porque tiene tela) y comenzar a moverla por editoriales.
PERO YO QUIERO AUTOPUBLICAR ¿VALE CON LO ANTERIOR?
Si tu idea es autopublicar, deberías invertir también en una corrección ortotipográfica y una corrección de estilo, para asegurarte de que publicas con calidad editorial y no perpetúas el bulo de que los autoeditados son de mala calidad. Es un gasto, por supuesto, pero piensa que, en este caso, el porcentaje mayoritario de las ventas, al contrario que si publicas con editorial, será para ti y podrás recuperar antes la inversión.
Sé de mucha gente que recomienda contratar un corrector, aunque vayas a enviarlo a editorial, pero yo discrepo con esto. Es mejor que te esfuerces por buscar una editorial que haga bien su trabajo, porque corregir, maquetar, portada y todas esas cosas son tarea suya. Una buena corrección vale dinero (y eso que no están bien pagadas en relación al tiempo y esfuerzo que llevan), y no es justo que tú asumas ese gasto si solo te vas a llevar un 10% de los beneficios. Eso sí, que no haya malentendidos: el manuscrito tiene que estar sin faltas de ortografía, pulido y limpio: para eso haces tantas revisiones. El trabajo del corrector es más profundo que todo eso.
Y esto es todo lo que hay detrás de la palabra “Fin”. ¿Alguna vez te lo habías imaginado? ¿O escribes y ya sabes lo que te espera cuando acabas la novela?